miércoles, 3 de febrero de 2010

Pequeñas ficciones #1

miércoles, 3 de febrero de 2010
Este blog no ha muerto. Como prueba de ello, aquí dejo dos pequeñísimos cuentos que escribí hace unos meses.

Juan de Dios, y viceversa

Y pensar que por poco no contratábamos a Juan de Dios. Cuando me pidió trabajo lo percibí muy ausente, desinteresado. A falta de más opciones lo contratamos como un ensamblador de juguetes más. Su talento no tardó en brillar, era considerablemente más veloz que sus colegas a pesar de no tener experiencia. La admiración y la envidia no tardaron en aparecer, algunos lo criticaban por su personalidad austera, otros simpatizaban con él y hasta lo apodaron Dios de Juan. Era tan productivo que la empresa notó que le sobraban ensambladores, Juan de Dios era suficiente. Se le dio distintas funciones al resto del personal, y Juan de Dios pasaba jornada tras jornada uniendo pequeños brazos, torsos, piernas y cabezas; engendrando vertiginosamente producciones completas de pequeños muñecos. Nos dimos cuenta de que algo no era natural, pero jamás quisimos indagar al respecto. Los talentos del ya único ensamblador seguían aumentando, su jornada se reducía a seis horas, luego a cuatro y luego a dos. Sin que nadie se lo pidiera, adelantaba sus labores de una semana, en un día, en unas horas, en pocos minutos. Cuando en cuestión de segundos adelantó lo estipulado por la totalidad de su contrato, ante la admiración de todos, se llenó de luz y su cuerpo explotó, esparciéndose por todo el taller. Pero todos sabíamos que algo grande sería de él, y así ante el asombro de pocos, Dios de Juan trascendió la carnalidad y alcanzó la divinidad.

La gran última batalla de primavera

Había mucho pinche pato. Los comíamos a diario, los matábamos a diario. Nació una niña con pico, era sólo mitad humana. Le sucedieron muchos hombres alados, otros con patotas amarillas y otros emplumados. Exigieron sus derechos, querían detener la matanza de patos. Les fue negada y ahora había paticidios y homicidios por igual. Por cada maldito cabrón mitad pájaro, moría un hombre natural hecho y derecho. Los mestizos se repartieron entre ambos bandos, algunos se creían más humanos, otros se creían más patos. Tarde o temprano el odio fue tanto que los 100% humanos procedimos a aniquilar a cualquiera que no fuera de raza pura, incluso cualquier humana natural que estuviera preñada de un pato, o mediopato, debía morir por el bien de la raza humana.

Llegó el invierno de la vida, y migraron. Aquí esperamos su inevitable regreso, pero no sin dar batalla a esos pinches patos hijos de su reputa madre.